quarta-feira, 8 de fevereiro de 2017

Don Victoriano Arizti
“El Trotamundo Vasco”

Há oito anos fechava os olhos uma das pessoas que a Boa Estrela que vela por nós, havia posto no nosso caminho, lá atrás, em 1963. Foi uma perda até hoje sempre sentida, e sobre esse Grande Amigo escrevi o que pode ser visto neste link de um blog onde deixei de escrever
Há dias lembrando o Amigo, fui pesquisar se a Internet dizia algo mais sobre ele. E lá estava.
Don Vitoriano fora o grande “apóstolo” que levara os Cursillos de Cristandade para a Nicarágua. Com a sua força espiritual, a sua alegria contagiosa, lá deixou inúmeros amigos e bons cristãos.
Em 1977, saiu da Nicarágua para Espanha, com a sua banda, “Los Palacagüina”, para um série de apresentações pela Europa, o hoje famoso músico, cantor e político, Carlos Mejia Godoy, que teve uma importantíssima ajuda do padre basco, Don Vitoriano. Foi este quem, com a sua garra, conseguiu que o artista assinasse um contrato com a CBS que lhe deu um enorme impulso na carreira.
Mas o melhor é ouvirmos o que Carlos Mejia Godoy nos conta, em castelhano, sobre este grande “Andarilho Basco”!

Aquella mañana soleada de Abril de 1977, íbamos, los Palacagüina, mi esposa Evelyne y yo, como en una lata de sardinas, a bordo del Seat que conducía el sacerdote Victoriano Arizti. El cura vasco había bajado de Vitoria a Madrid, para celebrar con nosotros el contrato con la CBS, para el lanzamiento de nuestro primer disco internacional.
-Veis aquellos picos nevados?- preguntó Victoriano señalando las montañas del norte madrileño. –Hacia allá nos dirigimos, para que estos indios nicaragüenses conozcan la nieve-. El cura enrumbó su carrito hacia Navacerrada. Pero al pasar por Plaza España, nos relato una anécdota, que yo jamás olvidaré.
-Este es el monumento a Cervantes. Ahí está el escritor sentado. Tras él, cada uno en su cabalgadura, los dos personajes de su famosa novela: Don Quijote y Sancho.
Pues bien –prosiguió Arizti- aquí me detuve hace algunos años y, con una bolsa plástica y una cuchara, recogí unos gramos de tierra, para llevarlos a una mujer española, que desde hace cuarenta años vive en ese país africano. Esa anciana madrileña, posiblemente jamás regresará a su país y me pidió que le llevara esa “tierrita”, para que se la pongan junto a su féretro el día que muera…
Todos quedamos impactados por aquella historia estremecedora. Pero, a partir de ese momento, cierto cantor somoteño, no tuvo sosiego. Hurgué en mis bolsillos un trozo de papel y empecé a aliñar el primer verso de una nueva canción:
Yo soy Victoriano, trotamundo vasco
Llegué a Mozambique buscando una flor….

En Navacerrada, mientras los Palacagüina, añoraban una botella de sirope de tamarindo para prepararse un mega-raspado, yo me retiré a seguir escribiendo, lo que en un inicio me parecía un tango y, al final, resultó un valsesito de pura cavanga.
Aquella noche, después de la cena, diseñamos la sorpresa. Mi esposa Evelyne preparó las condiciones idóneas. Invitamos a Victoriano a tomar un coñac en nuestra habitación y sin mayores preámbulos me puse el acordeón y le dije al cura. Te suena esto, hermano? El padre Arizti tenía los ojos húmedos, al escuchar su historia convertida en canción. Así nació este homenaje a un hombre extraordinario, que –desde la más lejana galaxia- sigue amando a Nicaragua.

Esta é a letra da bela canção, que foi logo um grande sucesso na Nicarágua, e se pode ouvir no Youtube:

La viejita de Mozambique

Yo soy Victoriano,  trotamundo vasco,
llegué a Mozambique buscando una flor,
al caer la tarde detuve el camino,
con chapela vasca y con mi acordeón.

En la misma puerta  de aquella hostería
una viejecita  me identificó:
“¡los siete puñales de Santa María!
¡Usted es de España, lo mismo que yo!

En tus ojos claros de almendro florido
veo la Cibeles, manantial de amor,
y en tu risa alegre, loca algarabía,
la gente que corre en la plaza mayor”.

Y yo, Victoriano, trotamundo vasco,
sorbía una copa de añejo jerez,
un llanto cuajado de melancolía
surcó la mejilla de aquella mujer.

“Cuéntame de España, ‘mutil’ aguerrido,
¿qué es de tu Bilbao? ¿qué es de mi Madrid?
Yo vine a esta tierra hace ya tantos años,
me empujó a esta suerte la guerra civil.

Dime si aún alumbran los viejos faroles
en la Cava Baja del Madrid de ayer,
¿todavía fluyen las aguas humildes
en el Manzanares que me vio nacer?

Si algún día vuelves por esos caminos,
un favor del alma te quiero pedir:
tráeme un puñado de esa santa tierra,
que quiero besarla para bien morir”.

- Quiero decirles, amigos míos,
que al volver a la patria tomé
un puñado de tierra española
para llevarlo a la viejecita de Mozambique.

Yo soy Victoriano, trotamundo vasco,
volví a Mozambique buscando una flor,
al caer la tarde detuve el camino,
con chapela vasca y con mi acordeón.

Lo que contemplaron mis ojos absortos
no cabe en los versos, ni en una canción:
yacía postrada, gravemente enferma,
la viejita al punto me reconoció.

Sin decirme entonces ni media palabra,
bajo la luz tenue de un viejo quinqué,
tomó aquel puñado de tierra española
que mientras besaba musitó a la vez:

“Gracias, joven vasco, que Dios te bendiga,
ahora me muero dichosa y en paz,
porque he comulgado con la tierra mía,

- Quiero decirles amigos míos,
que yo me alejé llorando con mi chapela
vasca y mi acordeón peregrino,
y un solo pensamiento taladró mis sentidos:
que tan importante es aquel que muere
con un fusil en la mano defendiendo
la libertad de su tierra,
como el que muere en el exilio,
soñando volver a ella-.

Pouco depois da Revolução Sandinista ter saído vitoriosa, Don Vitoriano voltou à Nicarágua. Ouçamos a continuação do “Trotamundo”:

En los primeros días del triunfo de la revolución nicaragüense llegó a nuestro país el sacerdote Arizti. Cuando iba por la Carretera Sur, un retén del recién creado Ejército Popular Sandinista detuvo el vehículo y pidieron identificaciones a los ocupantes. El empresario Carlos Mántica (quem recebia Don Vitoriano em casa) se presentó y enseñó sus documentos, y cuando los soldados preguntaron por la identidad del religioso, les dijo: “Yo soy Victoriano…”.
Uno de los soldados le dijo: “¡Como el de la canción!”, a lo que de inmediato, Arizti le aclaró: “¡Yo soy el de la canción!” El sacerdote sacó el pasaporte, y de inmediato, enterado el oficial de la garita, llamó al resto de los hasta hacía poco guerrilleros, los puso en fila y ordenó: “Vamos a hacer unos disparos, en honor a Victoriano, el trotamundo vasco”.
En la noche, en un pasaje inolvidable de su vida que siempre recordaría el noble vasco, por primera vez, un sacerdote recibía la insólita parada militar de un Ejército naciente. ¿Dónde podía ser aquello? ¿En España? ¿En Mozambique? No, sólo en el sueño de lo que una vez quiso ser Nicaragua… 

Obrigado Carlos Mejia por nos recordar de forma tão bela, este grande Homem e grande Amigo.
Gracias.

07/02/2017

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